Camina
sin rumbo, al cobijo de las estrechas paredes de cal. Un paso tras
otro, centrando todos sus sentidos en el lento caminar para evitar así
que su pensamiento vuele de nuevo hasta él. El aroma a guiso casero; el
gris del empedrado; el sonido de sus pasos y el tacto rugoso de la pared
desconchada... Pero el último beso le ha dejado un sabor agridulce a
despedida del que no es capaz de desprenderse por muchos pasos que
derroche entre el blanco laberinto.